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lunes, 9 de julio de 2012

¿Queremos decir Educación... o Lavado de cerebro?



Caramelos robados
Cómo pronosticar el futuro de un niño usando caramelos
Autor: Eduard Punset 31 mayo 2009


La pregunta sería: ¿podremos predecir, en función de su capacidad para controlar sus impulsos, cómo se comportará un niño cuando sea adulto? Si le digo a un niño que de los dos caramelos que dejo en su mesita ya puede contar con uno, pero que si es capaz de esperar 15 minutos a que yo vuelva le daré los dos, ¿qué pasa entretanto en su cerebro? ¿surge alguna correlación entre la decisión de no esperar ahora y los suspensos cuando lleguen a la universidad? ¿Los éxitos profesionales de los adultos, por el contrario, se pueden rastrear por la fuerza de voluntad que les permitió cuando tenían cuatro años esperar a que volviera la profesora y ganar así dos caramelos en vez de uno?


Walter Mischel

El psicólogo Walter Mischel, de la Columbia University de Nueva York, desarrolló el experimento de los dulces y siguió a los niños del experimento a lo largo de 20 años. Mischel estará en Redes el domingo 21 de junio.
Claro, ya lo sabemos. Hay que ser prudentes. Una cosa es relacionar dos fenómenos distintos y otra muy diferente es sacar conclusiones precipitadas sobre los nexos de causalidad entre uno y otro fenómeno. Es perfectamente imaginable que exista una correlación entre la falta de voluntad ahora y una vida desastrosa cuando se alcanza la mayoría de edad. Que exista una correlación, pero no necesariamente un nexo de causalidad. Que lo primero no provoque lo segundo. Eso es lo que les diría un científico precavido y preocupado por lo que dirán los demás de sus hallazgos. Pero a mi edad ya no soy tan precavido como antes y me importa algo menos lo que dirán los demás de lo que estoy descubriendo. Quiero, pues, que mis lectores se enteren de un hallazgo fascinante que ha costado algo así como 40 años comprobar y que está lleno de implicaciones para el futuro de la educación.
El experimento que está en la base de lo que estoy sugiriendo empezó realmente hace 40 años. Se tenía a los niños encerrados con sus dos caramelos en una habitación y se los vigilaba por el hueco de una cerradura de vez en cuando. Hoy, claro está, se los filma permanentemente y hemos podido descubrir así la verdadera agonía que sufren algunos de los niños enfrentados a dominar sus instintos más primarios. Por otra parte, ahora también se intenta observar lo que pasa en su lóbulo mediano central –entre las dos cejas–, con imágenes de resonancia magnética. El experimento ha confirmado intuiciones u observaciones interesantísimas sobre la importancia de la evolución cerebral a esas edades. Por ejemplo, no pretendan que un niño de tres años pueda distinguir entre pasado y futuro pero la dimensión del tiempo se dibuja clarísimamente a partir de los cuatro años.
Dejemos de lado la precaución a la que me refería antes para no confundir coincidencia y causalidad. La verdad es que, en promedio, después de un seguimiento sistemático efectuado durante 20 años es muy difícil negar que los niños de cinco años proclives a dejarse llevar por el impulso de comer el dulce siguen sin saber reprimir sus instintos cuando alcanzan la adolescencia; sus notas académicas son peores que las de aquellos que supieron dominar sus impulsos más primarios; son más infelices y están provocando mayor desasosiego a su alrededor.
Hablando en plata, estamos por fin descubriendo los trucos a que recurren los niños para controlar sus impulsos –distraerse, darse la vuelta ignorando el caramelo tentador, entre otras estratagemas– o, lo que es lo mismo, la prioridad que deberíamos otorgar al aprendizaje emocional. La ciencia está corroborando ahora que la gestión de las emociones básicas y universales debería preceder a la enseñanza de valores y, por supuesto, de contenidos académicos. Les va, a los niños, su vida de adultos.


Señor Eduardo Punset :

No estoy de acuerdo con este experimento..ateniendome a lo  que se expresa en la entrada:
- "La verdad es que, en promedio, después de un seguimiento sistemático efectuado durante 20 años es muy difícil negar que los niños de cinco años proclives a dejarse llevar por el impulso de comer el dulce siguen sin saber reprimir sus instintos cuando alcanzan la adolescencia; sus notas académicas son peores que las de aquellos que supieron dominar sus impulsos más primarios; son más infelices y están provocando mayor desasosiego a su alrededor."
Me pregunto que clase de niños fueron todos los imputados  y por imputar en los casos de corrupción ya sea política, eclesial, bancaria,judicial,  etc, etc...( los Urdangarin tambien ) ¿ no sacaban buenas notas ellos? porque en caso contrario entonces me pregunto cómo ocupan puestos de autoridad o relevancia incluyendo  altos cargos (?). Expliquenme esto y después hablamos

...........El director del colegio de mi hijo me dijo en cierta acasión que la "inteligencia es cuestión de dinero" me quedé estupefacta, la verdad, pero pensandolo bien creo que cierta posición social beneficia los enchufes, los arreglos, las escaladas y también mas posibilidades de pagar clases particulares con buenos profesores lo mismo que buenos colegios ( en vista de lo poco que se han preocupado todos los gobiernos que tuvo España desde la transición de invertir en educación de la máxima calidad y priorizando en la infancia (que es la que marca y de ella depende todo lo que venga después)
Creo que los que cogen el caramelo nunca han dejado de hacerlo sobre todo cuando convencen a los inocentes que esperan por el 2º de que  son otros  los que se lo han comido.....

H. Couto

LA DUDOSA RELACIÓN ENTRE DINERO Y MORALIDAD

"La mentalidad que tienen los ricos les hace aún más ricos"

"La mentalidad que tienen los ricos les hace aún más ricos"

Si limitáis mi poder, os dejo y me marcho. Eso es lo que pareció pensar el príncipe Alois de Liechtenstein cuando amenazó con abandonar su papel de Jefe del Estado si el referéndum que se realizó hace tres días, y que finalmente se saldó a su favor, le retiraba su derecho a vetar todas las decisiones del parlamento de su país. La del hijo del rey Hans-Adam II es una de las grandes fortunas del mundo, con más de siete mil millones de dólares en su haber, y esta pataleta no es la primera protagonizada por la familia: su padre recordó a la población que vendería su castillo a Bill Gates después de recibir fuertes críticas por parte de sus súbditos, a los que recordó que sin su familia, no habría Liechtenstein. Es uno de los poco éticos comportamientos que el psicólogo social Paul Piff, de la Universidad de Berkeley, ha catalogado como propios de los ricos en sus célebres investigaciones.
En su portada de julio, el New York Magazine publica un artículo en el que se describen las últimas investigaciones realizadas por Piff, célebre desde el pasado mes de febrero por publicar un artículo científico en el PNAS (el diario de la Academia Nacional de Ciencia estadounidense) que defendía quecuanto más dinero posee una persona, más inmoral es su comportamiento.
El experimento descrito en las páginas del mensual neoyorquino rema en la misma dirección: dos estudiantes, descritos como “el rico” y “el pobre” se enfrentaban en una partida de Monopoly. Con una particularidad: las reglas no se aplicaban de la misma manera para los dos jugadores, sino que mientras que el rico comenzaba con 2.000 dólares y obtenía 200 más cada vez que pasaba por la casilla de salida, el pobre lo hacía con 1.000 y su bonificación se limitaba a 100 dólares. Justo la mitad. En consecuencia, según relata la periodista Lisa Miller, “no sólo le estaba ganando, sino que le estaba propinando una buena paliza”. Y describía cómo los gestos del “rico” pasaban del desconcierto inicial a una impertérrita y fría efectividad, acompañada por ademanes de suficiencia.
Los resultados son apolíticos, afirmaba Piff¿Pero puede dicho experimento servir para defender que, efectivamente, el dinero nos hace malos, como aseguraba el previo estudio de Piff? Según el mismo, los que disponían de un mayor bienestar estaban más inclinados a hacer trampas, a mentir conscientemente en una negociación, e incluso a robar un caramelo o a acelerar con su coche cuando veían a alguien de menor nivel. En definitiva, “el dinero fomentaba el interés personal y la falta de escrúpulos”, según el investigador. Una idea que contradecía aquella célebre de Émile Durkheim, que postulaba la necesidad de una regulación en toda sociedad porque “ya sea en los peldaños de arriba o de abajo de la escalera, la codicia se despierta por todas partes”. La tesis de Piff era que, precisamente, es la posesión de bienes materiales lo que provoca la aparición del egoísmo.

Una bibliografía creciente
La evidencia científica es cada vez mayor en ese sentido. No se trata tan sólo del caso de Piff, sino de otros compañeros de su departamento como Michael Kraus, que se encuentra en proceso de preparación de un artículo que describirá de qué manera la visión del mundo de los ricos provoca que lo sean aun más, y cómo la de los pobres los lleva a no ascender en la escala social. El propio Kraus defendía en un artículo publicado el pasado año en el Journal Of Personality and Social Psychology que un mayor poder social conllevaba una mayor facilidad para plantearse metas y alcanzarlas, y en otro anterior llamado Clase social, contexto y precisión de la empatía, que los pobres se preocupaban más por las consecuencias de sus actos en su entorno que las clases altas, otro estudio que levantó ampollas en su día.

En cierta forma, este tipo de investigaciones son una evolución de los descubrimientos de la primatología de Jane Goodall que describieron cómo la jerarquía social repercute en el comportamiento de los animales. Sin embargo, se ha considerado también como otro capítulo más de la batalla por la ciencia entre Republicanos y Demócratas, que después de las controversias sobre el evolucionismo o el cambio climático, parece estar comenzando a trasladarse a las Ciencias Sociales, donde aparentemente los resultados de un estudio pueden estar mucho más abiertos a la interpretación que en las así llamadas Ciencias Puras.

¿Una investigación dirigida?
Rápidamente, Paul Piff fue criticado por la metodología de su estudio, donde las variables se encontraban lo suficientemente situadas para demostrar una tesis prefijada de antemano. Piff se defendió recordando a Bloomberg que “los resultados son apolíticos. ¿Me habría entusiasmado menos si hubiésemos encontrado que la gente de un estatus mayor fuese más generosa?”, se preguntaba. “Pues sí, pero no es eso lo que encontramos”.
Entre las voces críticas del ámbito educativo que criticaban a Piff se encontraba Meredith McGinley, Profesora Asistente en la Universidad de Chatham de Pittsburgh, que atacaba directamente el experimento en el que los conductores de coches de lujo se comportaban peor, entre otras razones porque “tener un coche llamativo no significa necesariamente que el que lo conduce sea rico”. Algunos medios titularon sus piezas bajo el nombre de “Los conductores de automóviles de lujo son unos gilipollas”, una forma de ironizar sobre las generalizaciones que establecía el artículo.
Berkeley, una universidad pública, tiene una proporción de doce demócratas por cada republicanoUn sector de los críticos con Piff argumentaba que los encuestados no eran ricos, sino un grupo de voluntarios de los foros deCraigslist a los que simplemente se les daba dinero y se les pedía que se comportasen como millonarios. Además, se recordaba que el investigador ni siquiera ha alcanzado aún el grado de doctor, y que su estudio podría ser una forma de hacer que su nombre aparezca en los grandes medios de comunicación y sea motivo de debate en los círculos académicos, por equivocado que pueda resultar.
“Anda, un artículo realizado por la Universidad de Berkeley. A lo mejor puede ser un poco tendencioso”, recordaba otro comentarista de los foros del New York Times. Es otra crítica habitual: según la página web Students For Academic Freedomgran parte de las investigaciones están condicionadas por la inclinación política de la institución en la que se elaboran. En concreto, Berkeley, una institución pública, responde a una proporción de doce demócratas por cada republicano, según un estudio realizado por Andrew Jones del Centro para el Estudio de la Cultura Popular. Cuya metodología, a su vez, también fue objeto de debate al no basarse en encuestas electorales sino en una comparación con las tendencias de voto de cada Estado y la filiación a partidos políticos de algunos profesores.

Los ochenta. Wall Street.
Ningún libro ha definido mejor ni de forma más mordaz una era dominada por la cultura de la codicia, la frivolidad y la ambición desmesurada.
 
Tras completar sus estudios en Princeton y en la London School of Economics, Michael Lewis entró a trabajar en Salomon Brothers, uno de los mayores bancos de inversión del mundo. Lewis nos relata en primera persona lo que allí aconteció en los tres años siguientes a su incorporación, desde el insólito proceso de selección al que se vio sometido y su posterior experiencia como aprendiz, hasta su ascenso hasta la sala de negociaciones de la planta 41, epicentro del espíritu despiadado que gobernaba el mercado financiero en esa época.   
El libro retrata el ambiente de un banco de inversión, en el que jóvenes codiciosos con un instinto asesino vivían en la abundancia y arriesgaban hasta el último céntimo en apuestas imposibles. Nunca, como bien dice el autor en el prólogo, “tantos jóvenes poco cualificados de veintitantos años habían ganado tanto dinero en tan poco tiempo”. Se trataba de estar en el momento justo en el sitio correcto. Cualquiera con pocos escrúpulos y un ansia desmesurada podía llegar a lo más alto.
El póquer del mentiroso es un libro hilarante, irónico y mordaz que describe como ningún otro lo que sucedía entre bambalinas en Wall Street y en la City londinense de los ochenta. Es una narración que nos sumerge de lleno en el mismo contexto que ya retrataron libros como La hoguera de las vanidades o películas como Wall Street, pero esta vez desde el punto de vista único de quien ha sido protagonista de una era que algunos creyeron olvidada
.  

“La avaricia es buena”
Aunque muchos conozcan dicha frase (“greed is good”) por haber sido pronunciada por Gordon Gekko, el personaje interpretado por Michael Douglas en la película de Oliver Stone Wall Street (1987), en realidad pertenece a Ivan Boesky, uno de los agentes de bolsa más exitosos de todos los tiempos, y que definen, como señalaba Piff en un artículo de opinión delNew York Times, la mentalidad que ha dado lugar a la desigualdad entre ricos y pobres en su país. “Después de siete estudios diferentes y 25 años después podemos afirmar todo lo contrario, que la avaricia no sólo no es buena, sino que socava el comportamiento moral”. En el mismo texto, Piff pedía un aplauso para Greg Smith, el directivo que abandonó Goldman Sachs al considerar que el banco estaba más preocupado en hacer dinero que en servir a sus clientes. El contrapunto perfecto a Gekko y a Boseky, afirmaba el investigador.

Resulta curioso que Michael Lewis emplease otro estudio de un compañero de Piff en la Universidad de Berkeley, Dacher Keltner, para recordarle a los recién graduados de Princeton que no tenían nada de especial. Se trataba del experimento del líder que se sentía impelido a coger el último donut de la bandeja por el mero hecho de haber sido elegido cabecilla del grupo por azar, sólo por saberse (momentáneamente) superior. Sin embargo, el objetivo del autor de El póquer del mentiroso (Ed. Alienta) no era tanto poner de manifiesto la maldad intrínseca de los ricos como de recordarle a estos la suerte que tenían por serlo. Es decir, volviendo al primer experimento descrito,lo que Lewis pretendía era recordar a su auditorio que estaban ganando 100 dólares más cada vez que pasaban por la casilla de salida.
¿Por qué la escuela no educa ?

  

Dos instituciones controlan a día de hoy la vida de nuestros hijos:
la televisión y la escuela, por este orden. Ambos reducen el mundo
real de sabiduría, fortaleza, templanza y justicia hacia
una abstracción sin final y sin frenos.
Las escuelas están diseñadas para producir, a través de
la aplicación de fórmulas, seres humanos estandarizados
cuyo comportamiento pueda ser predecible y controlado.
Es absurdo y anti-vital moverte de aula en aula al sonido
de una sirena durante todos los días de tu infancia natural
en una institución que no te permite ninguna privacidad y
que incluso te la quita en el santuario de tu propia
casa pidiéndote que hagas tus “deberes”.
Necesitamos volver a pensar en las premisas fundamentales
de la escolarización y decidir 
qué es lo que queremos
que los niños aprendan y por qué.
Tenemos que devolver a los niños tiempo libre desde ya mismo
porque esa es la clave para el auto-aprendizaje,
y debemos re-introducirles en el mundo real tan rápido
como sea posible para que el tiempo libre pueda
ser gastado en algo más que abstracciones.

John Taylor Gatto
Demoledor, realista y a la vez esperanzador discurso del veterano profesor estadounidense John Taylor Gatto (1935) pronunciado el 30 de enero de 1990 cuando recibió el galardón de Maestro del Año de Nueva York que le fue otorgado durante tres años consecutivos.
El portal Alta Educación nos envía este texto a El Lector Alternativo Opina para que la sociedad en general, y sobre todo los padres, reflexionen sobre lo que quieren que sus hijos aprendan en la Vida y cómo lo hagan.

John Taylor Gatto es autor de varios libros como “A different kind of teacher“, “Weapons of mass instruction”, “Dumbing us Down”, “The Exhausted School” y “Underground History of American Education” y de un famoso artículo publicado en el Wall Street Journal (“I quit, I think“), y también es un gran defensor del homeschooling.
Su crítica se centra en el modelo educativo estadounidense pero es fácilmente extrapolable a todos los países porque él profundiza en las causas del fracaso de la educación llegando al tipo de SISTEMA en que vivimos, y éste es mundial.
El mérito de John Taylor Gatto es que él es un experto y denuncia los errores DESDE DENTRO. Este artículo no es la típica guerra padres-profesores “pasándose la pelota” de quién es más culpable de la actual situación, sino que es un docente quien, con rigor y crudeza, expone los problemas y las soluciones para que las autoridades educativas y las familias las lleven a cabo.
El autor defiende la educación con más libertad, la búsqueda de la individualidad, el auto-aprendizaje, más tiempo personal, tener desafíos, trabajo comunitario ayudando a otras personas e implicación de los padres como fórmula para cambiar el colegio y el mundo.
Y coincide plenamente con otros expertos en pedagogía alternativa como Christopher Clouder,Francisco Tonucci y Toshiro Kanamori.
Estas son las palabras de un profesor de los que verdaderamente quieren que sus alumnos sean personas libres y felices por encima de muchas otras consideraciones:

DISCURSO DE ACEPTACIÓN DE JOHN TAYLOR GATTO para el galardón de Maestro del Año de Nueva York, el 30 de enero de 1990:

Acepto este premio en nombre de todos los buenos profesores que he conocido a lo largo de los años y que han luchado para hacer de sus relaciones con los niños algo digno, hombres y mujeres que nunca están conformes, siempre cuestionando, siempre esforzándose por definir y redefinir lo que la palabra “educación” debería significar.
Un Profesor del Año no es el mejor profesor, éstos suelen pasar demasiado desapercibidos para ser fácilmente descubiertos, pero es un modelo, símbolo de esas gentes anónimas que utilizan sus vidas gratamente al servicio de los niños. Este es su premio tanto como mío.
Vivimos en una época de profunda crisis escolar. Nuestros niños se clasifican a la cola de las diecinueve naciones más industrializadas en lectura, escritura y aritmética. Muy a la cola.
La economía mundial narcótica está basada sobre nuestro propio consumo de las mercancías, de forma que si no compramos tantos sueños de humo el negocio colapsaría – y las escuelas son un importante centro de compra-.
Nuestra tasa de suicidios de adolescentes es la mayor del mundo y los que se suicidan son niños ricos en su mayor parte, no los pobres. En Manhattan el cincuenta por ciento de los nuevos matrimonios duran menos de cinco años. Algo debe ir mal con seguridad.
La crisis de nuestra escuela es un reflejo de una crisis social más amplia. Parece que hemos perdido nuestra identidad.
Niños y ancianos son encerrados y aislados de fuera de lo que sucede en el mundo hasta un grado sin precedentes – nadie habla con ellos ya – y sin niños y ancianos mezclándose en la vida diaria una comunidad no tiene futuro ni pasado, solo un presente continuo.
De hecho, el nombre “comunidad” apenas se aplica ya a la forma en que interactuamos con los demás.
Vivimos en redes, no en comunidades, y todos los que conozco están solos por eso. En cierto modo la escuela es responsable privilegiado de esta tragedia tal y como lo es también en la creciente brecha entre clases sociales.
Utilizar las escuelas como un mecanismo de selección no hace sino crear un sistema de castas, lleno por abajo de intocables que vagan por los trenes del metro pidiendo y durmiendo en las calles.
He observado un fenómeno fascinante en mis veinticinco años de ejercicio de la profesión: que las escuelas y la escolarización son crecientemente irrelevantes para las grandes empresas del planeta. Nadie cree ya que los científicos son enseñados en clases de ciencias o que los políticos en clases de civismo o que los poetas lo son en clases de inglés.
La verdad es que las escuelas no enseñan nada salvo como obedecer órdenes. Esto es un gran misterio para mi porque miles de personas, gentes responsables trabajan en las escuelas como profesores, cuidadores y gestores pero la lógica abstracta de la institución sobrepasa sus contribuciones individuales.
Aunque los profesores se preocupan y trabajan duro, la institución es psicopática – no tiene conciencia -. Suena la sirena y el joven que se encontraba escribiendo un poema debe cerrar sus cuaderno y moverse a otra aula donde deberá memorizar que el hombre y el mono derivan de un ancestro común.
Nuestro sistema de enseñanza obligatoria es un invento del Estado de Massachussets hacia 1850. Fue resistido – a veces hasta con las armas por un considerable 80% de la población de Massachussets- con un último reducto en Barnstable On Cape Cod que no entregaron a los niños hasta la década de los 1880 cuando la localidad fue asediada por el ejército y los niños marcharon a la escuela escoltados.
Aquí tenemos un curioso dato para meditar. La oficina del Senador Ted Kennedy ha sacado un estudio no hace mucho indicando que antes de la educación obligatoria la tasa de alfabetización en el estado era del 98% y que después jamás volvió a alcanzar el 91%, donde se mantiene en 1991. Espero que les sirva.
Aquí hay otra curiosidad sobre la que pensar. El movimiento de “escuela en casa” ha ido creciendo paulatinamente hasta un tamaño de un millón y medio de jóvenes que son educados por completo por sus padres y sus comunidades.
El último mes la prensa educativa reportó la increíble noticia de que los niños escolarizados en casa parecen estar entre cinco y diez años por delante de sus compañeros escolarizados formalmente en su capacidades cognitivas.
No creo que nos libremos de las escuelas en un futuro cercano, no ciertamente en lo que me queda de vida, pero si hemos de cambiar lo que se está convirtiendo en un desastre de ignorancia, hemos de entender que la institución educativa “escolariza” muy bien, pero no “educa” – algo por completo inherente al diseño organizacional.
No es la culpa de los malos profesores o del poco dinero gastado, es que es imposible que la educación y la escolarización puedan llegar a ser alguna vez la misma cosa.
Las escuelas fueron diseñadas por Horace Mann y Barnard Sears Harper de la Universidad de Chicago y por Thorndyke de la Escuela Normal de Columbia y otros hombres para ser instrumentos de la dirección científica de las masas. Las escuelas están diseñadas para producir, a través de la aplicación de fórmulas, seres humanos estandarizados cuyo comportamiento pueda ser predecible y controlado.
En gran medida, las escuelas han cumplido su objetivo. Pero nuestra sociedad se está desintegrando, y en esta sociedad, sólo las personas exitosas son auto-suficientes, seguras en sí mismas e individualistas – porque la comunidad de vida que protege al dependiente y al débil está muerta -.
Lo que produce la escuela es, como dije, irrelevante. Las personas bien-escolarizadas son irrelevantes.
Pueden vender películas y hojas de afeitar, recoger papel reciclado o hablar al teléfono en líneas de teleoperación, o sentarse estúpidamente delante de un terminal de ordenador pero como seres humanos son inservibles. Completamente inservibles para los demás y para si mismos.
La miseria diaria a nuestro alrededor está causada en gran medida por el hecho de que – tal y como Paul Goodman lo estableció hace treinta años- forzamos a los niños a crecer en el absurdo. Cualquier reforma de la escolaridad tiene que tratar con elementos absurdos en su naturaleza intrínseca.
Es absurdo y anti-vital ser parte de un sistema que te obliga a sentarte en lugares recluidos para gente de la misma edad y clase social que tú. Ese sistema te aparta radicalmente de la inmensa diversidad de la vida y de las sinergias de la variedad, de hecho te castra tu propio ser y futuro, acoplándote a un presente continuo de igual forma a como lo hace la televisión.
Es absurdo y anti-vital ser parte de un sistema que te obliga a escuchar a un extraño leyendo poesía cuando lo que realmente quieres es construir casas, o sentarte a discutir con un extraño sobre la construcción de casas cuando lo que realmente quieres es leer poesía.
Es absurdo y anti-vital moverte de aula en aula al sonido de una sirena durante todos los días de tu infancia natural en una institución que no te permite ninguna privacidad y que incluso te la quita en el santuario de tu propia casa pidiéndote que hagas tus “deberes”.
“¿Cómo aprenderán a leer?” dirán algunos y mi respuesta es “Recuerda la lección de Massachussets” . Cuando los niños reciben experiencias completas en vez de las graduadas en aularios, entonces aprenden a leer, a escribir y cálculo con total facilidad si esas cosas tienen sentido en el ambiente vital que les rodea.
Pero recordad que en los Estados Unidos casi nadie que lea, escriba o sepa cálculo tiene mucho respeto. Somos una tierra de charlatanes, pagamos mejor a los charlatanes y les admiramos, así que nuestros hijos hablan constantemente, siguiendo el modelo de la televisión y de sus profesores.
Es muy difícil enseñar incluso lo más “básico” porque ya no son “básicos” en la sociedad que hemos creado.
Dos instituciones controlan a día de hoy la vida de nuestros hijos: la televisión y la escuela, por este orden. Ambos reducen el mundo real de sabiduría, fortaleza, templanza y justicia hacia una abstracción sin final y sin frenos.
En los siglos pasados los niños y adolescentes estaban ocupados en trabajo real, caridad real, aventuras reales, y en la búsqueda real de maestros que pudieran enseñarnos lo que realmente queríamos aprender.
Mucho tiempo se pasaba en desempeños comunitarios, practicando el afecto mutuo, el entendimiento y estudiando cada nivel de la comunidad, aprendiendo cómo hacer una casa, y docenas de otras tareas necesarias para convertirse en un hombre o mujer íntegro.
Pero aquí está el cálculo del horario que dispone cualquier niño de los que enseño:
  • De las 168 horas que tiene la semana, tienen que dormir 56
  • Lo que les deja 112 hora a la semana en las que formarse
  • Ven unas 55 horas de televisión a la semana de acuerdo a informes recientes
  • Lo que les deja 57 horas a la semana en las que crecerse
  • Tiene que ir a la escuela unas 30 horas a la semana, usando unas 6 horas en prepararse, ir y volver a casa, y gastan una media de 7 horas a la semana en deberes- en total hacen 45 horas
  • Durante este tiempo, están en constante vigilancia, no tienen tiempo ni espacio privado, y son reñidos si tratan de acoplarse individualmente al uso de espacio y tiempo
  • Eso deja 12 horas a la semana para crearse una conciencia de si individualizada
  • Por supuesto que mis alumnos comen también, y eso añade algo de tiempo – no mucho, porque hemos perdido la tradición de la comida familiar, por lo que si quitamos 3 horas a la semana para cenas
  • llegamos a la cantidad neta de tiempo privado para cada niño de 9 horas a la semana
No es suficiente, ¿verdad?. Cuanto más rica es la familia del niño, menos televisión que ve pero más tiempo que tiene dirigido por una oferta más amplia de entretenimientos comerciales y su inevitable inclusión en una serie de áreas de formación complementaria raramente a su libre elección.
Y todas estas cosas son curiosamente una forma más solapada de crear seres humanos dependientes, incapaces de llenar su tiempo libreincapaces de iniciar senderos que le den un significado sustancioso y feliz a su existencia.
Es una enfermedad nacional, esta dependencia y falta de objetivo, y creo que la escolarización, la televisión y las lecciones – toda la idea Chautauqua- tiene mucho que ver con ello.
Pensad en lo que nos está matando como nación
todas ellas son adicciones de personalidades dependientes, y eso es la marca que deja inevitablemente la escolarización.
Quiero contaros el efecto que produce en los chicos el quitarles todo su tiempo –tiempo que necesitan para desarrollarse – y forzándoles a gastarlo en abstracciones. Tenéis que escuchar esto, porque ninguna reforma que no ataque estas patologías específicas no serán más que un mero lavado de cara.
1. Los niños a los que enseño son indiferentes al mundo adulto. Esto desafía la experiencia de miles de años. Un observación intensiva de lo que “los mayores” hacían siempre fue una de las más excitantes ocupaciones de los jóvenes, peronadie quiere crecer ahora, ¿y quien les puede culpar de ello? Nosotros somos los juguetes.
2. Los niños a los que enseño ya apenas sienten curiosidad y la poca que muestran es transitoria, no pueden concentrarse durante mucho tiempo, incluso en lo que quieren hacer. ¿Podéis ver la conexión entre las sirenas sonando una y otra vez para cambiar de clase y este fenómeno de atención evanescente?
3. Los niños a los que enseño tienen un pobre sentido del futuro, de como el mañana está indefectiblemente unido al presente. Como dije antes, viven en un presente continuo, el preciso momento en el que se encuentran es el límite de su conciencia.
4. Los niños a los que enseño son ahistóricos, no tienen conciencia de cómo el pasado ha dado forma a su propio presente, limitando sus elecciones, moldeando sus valores y sus vidas.
5. Los niños a los que enseño son crueles entre si, muestran falta de compasión ante los infortunios, ríen las debilidades, y muestran desprecio por aquellos que muestran necesidad de ayuda demasiado abiértamente.
6. Los niños a los que enseño se encuentran intranquilos ante la intimidad y la franqueza. No soportan una verdadera intimidad debido a una costumbre de por vida de guardar los secretos dentro de si mismos por lo que van formando su personalidad a base de trozos y partes de comportamiento prestados de la televisión o adquiridos para manipular a sus profesores. Puesto que no son ellos quienes dicen ser, el disfraz se les cae en la intimidad por lo que las relaciones íntimas deben ser evitadas.
7. Los niños a los que enseño son materialistas, siguiendo la estela de sus maestros que materialistamente “gradúan” todo -y sus tutores televisivos que ofrecen todo lo imaginable “gratis”.
8. Los niños a los que enseño son dependientes, pasivos, y tímidos ante la presencia de nuevos desafíos. Esto es a menudo ocultado mediante actos de bravuconería, mediante enfados y agresividades que en el fondo solo expresan un vacío sin fortaleza interior.
Podría hablar de otras cuantas condiciones que una reforma de la escolarización tendría que afrontar si nuestro declive nacional pretendiera detenerse, pero por el momento ya habéis comprendido mi postura, tanto si estáis de acuerdo con ella como si no.
Puede que sean las escuelas las que causen estas patologías, o la televisión, o ambas. Es una simple cuestión de aritmética, entre escuela y televisión todo el tiempo que los chicos tienen libre es absorbido por ambas. Eso es lo que destruyó la familia americana, que ya no es más un factor en la educación de sus propios hijos. Televisión y escuela, ahí debe buscarse a los responsables.
¿Qué hacer? Necesitamos un feroz debate nacional que no decaiga, día tras día, año tras año. Necesitamos gritar y discutir sobre este modelo de escuela hasta que se arregle o se retire de la circulación para su reparación, una cosa u otra.
Si podemos arreglarlo, de acuerdo; si no podemos, entonces el éxito delmovimiento de “escuela en casa” muestra una vía alternativa con futuro prometedor. Poner el dinero que ahora gastamos en escolarización, hacia la educación en la familia podría matar dos pájaros de un tiro, reparar las familias al tiempo que reparamos a los hijos.
Una reforma genuina es posible pero no debería costarnos nada. Necesitamos volver a pensar en las premisas fundamentales de la escolarización y decidir qué es lo que queremos que los niños aprendan y por qué.
Durante 140 años esta nación ha tratado de imponer objetivos de arriba a abajo desde los altivos puestos de mando centrales conformados por “expertos”, una élite central de ingenieros sociales. No ha funcionado. No va a funcionar.
Y es una gran traición a la promesa democrática que hizo en su dia de esta nación un noble experimento.
El intento soviético de crear una república platónica en el Este de Europa ha sucumbido ante nuestra vista, nuestro propio intento de imponer el mismo tipo de ortodoxia centralizada utilizando las escuelas como un instrumento también se está resquebrajando, solo que mas lenta y dolorosamente.
No funciona porque sus premisas fundamentales son mecanicistas, anti-humanas, y hostiles a la vida familiar. Las vidas pueden ser controladas por la maquinaria educativa pero siempre se revolverán con las armas de la patología social: drogas, violencia, auto-destrucción, indiferencia y todos los síntomas que veo en los niños que educo.
Ya es hora de que miremos hacia atrás para recobrar una filosofía educacional que funcione. Una que me gusta especialmente fue la favorita de las clases dirigentes europeas durante miles de años.
Utilizo tanto de ella como me lo permite mi condición de profesor, es decir, tanto como puedo dentro de la institución de la escolarización obligatoria. Creo que funciona tanto para los niños pobres como para los ricos.
En el núcleo de este sistema de educación para las élites está la creencia de que el auto-aprendizaje es la única base del verdadero aprendizaje. En cualquier sitio en este sistema, a cualquier edad, encontrarás acuerdos para colocar al niño solo en un punto no definido y con un problema que resolver.
Algunas veces el problema lleva implícito grandes riesgos, como el problema de cabalgar un caballo o hacerlo saltar, pero eso, claro, es un problema satisfactoriamente resuelto por miles de niños de la élite antes de cumplir diez años.
¿Podemos imaginar a alguien que haya superado tal desafío que alguna vez le faltara confianza en su habilidad para hacer algo?. A veces el problema es un problema de superar la soledad, como hizo Thoreau en Wald en Pond o Einstein en Suiza.
Uno de mis antiguos alumnos, Roland Legiardi-Lura, aunque huérfano de sus dos padres y sin herencia, cogió una bicicleta y atravesó solo los Estados Unidos cuando apenas había superado la niñez.
No nos puede extrañar entonces que ya siendo un adulto, decidiera hacer una película sobre Nicaragua, aunque no tuviera dinero ni experiencia previa en la realización de películas, y que ganara un premio internacional, aunque su trabajo regular fuera el de carpintero.
Ahora estamos hablando todo el rato de que nuestros jóvenes necesitan desarrollar auto-conocimiento. Ya basta de tanta charlatanería.
Tenemos que crear experiencias escolares que devuelvan a los niños su tiempo, necesitamos confiarles desde una edad temprana con independencia de estudios, quizás programado desde el colegio pero que tenga lugar fuera de la institución educativa.
Necesitamos crear un curriculum donde cada niño tenga la oportunidad de desarrollar su individualidad y su auto-confianza.
Hace poco cogi setenta dólares y envié a una niña de doce años de mi clase con su madre – que no hablaba inglés – en un autobús hacia la costa de New Jersey para encontrarnos con el jefe de policía del distrito de Sea Bright para comer y disculparnos por contaminar la playa con un casco de Gatorade.
A cambio de esta disculpa pública habíamos quedado en que el jefe de policía le enseñaría el trabajo de un policía de barrio durante un dia cualquiera.
Unos días después, dos más de mis alumnos de doce años viajaron solos a la Calle West First desde Harlem donde empezaron el aprendizaje con un editor de periódicos, la siguiente semana tres de mis alumnos se encontraban en mitad de los muelles decarga de Jersey a las seis de la mañana, estudiando la mente del presidente de una compañía de transporte por carretera que despachaba trailers hacia Dallas, Chicago y Los Ángeles.
¿Pertenecen estos chicos “especiales” a algún programa” especial”?. Bueno, en cierto modo si, pero nadie sabe sobre este programa salvo los chicos y yo.
Solo son buenos chavales de Harlem, brillantes y alertas, pero tan mal escolarizados cuando me los encontré que la mayoría de ellos no sabían sumar o restar cantidades. Ni uno de ellos sabía la población de Nueva York o cuan lejos está Nueva York de California.
¿Eso me preocupaba? Por supuesto, pero tenía confianza en que según iban ganando confianza en si mismos también se convertirían en sus propios maestros, y solo la auto-enseñanza tiene un valor a largo plazo.
Tenemos que devolver a los niños tiempo libre desde ya mismo porque esa es la clave para el auto-aprendizaje, y debemos re-introducirles en el mundo real tan rápido como sea posible para que el tiempo libre pueda ser gastado en algo más que abstracciones.
Es una emergencia, requiere una drástica acción de corrección -nuestros niños están cayendo como moscas dentro de la institución escolar, ya sea buena o mala, no importa. Es irrelevante.
¿Qué más necesita un sistema escolar re-estructurado?
Necesita que deje de ser un parásito del trabajo de la comunidad en la que se inserta. De todas las páginas escritas en la contabilidad de la historia, solo existe una entrada donde se recluya a nuestros jóvenes y no les pidamos nada de ellos al servicio del bien común.
Llego incluso a creer que necesitamos hacer de los servicios a la comunidad una parte importante de la enseñanza escolar.
Además de la experiencia enriquecedora que supone trabajar de forma no egoísta, es la forma más rápida de dotar a los jóvenes de responsabilidades reales en la vida corriente.
Durante cinco años manejé un programa escolar “autónomo” donde cada niño, pobre y rico, listo y no tan listo, tenía que dar 320 horas de trabajos o servicios a la comunidad.
Decenas de estos niños volvieron años después, ya crecidos, y me contaron que la experiencia de ayudar a alguien les había cambiado sus vidas.
Les había enseñado a ver desde otra perspectiva, a repensar metas y valores. Ocurrió cuando tenían trece años, durante el programa de practicas de Laboratorio, y solo fue posible porque el distrito escolar rico de al lado estaba en reestructuración.
Cuando volvió la “estabilidad” , el laboratorio común cerró. Fue una experiencia muy satisfactoria con un grupo de jóvenes bastante heterogéneos, a un coste demasiado bajo, como para permitir que continuara.. .
Estudio independiente, servicios a la comunidad, aventuras y experiencia, largos periodos de privacidad y soledad, un millar de diferentes formas de aprendizaje, una por día o más tiempo – estas son medidas potentes, baratas, y efectivasde empezar una reforma real de la escolarización.
Pero ninguna reforma a gran escala va a funcionar de forma que permita recuperar a nuestros jóvenes ya dañados ni a nuestra sociedad enferma hasta que impongamos abiertamente la idea de que la escuela debe incluir a la familia como motor principal de la educación.
Si utilizamos la escolarización para separar a los hijos de los padres – y no nos engañemos, esa fue la principal función de las escuelas desde que John Cotton lo anunciará como el propósito de las escuelas de Bay Colony en 1650 y Horace Mann lo enunciara como el propósito de las escuelas de Massachussets en 1850 – vamos a continuar con el espectáculo de horror que tenemos ahora.
El “Curriculum de la Familia ” está en el corazón de cualquier buena vida. Nos hemos alejado de ese curriculum; es hora de volver a ello.
La forma de devolver la salud a la educación es que nuestras escuelas se liberen del dominio absoluto de las instituciones sobre la vida familiar,es promocionar durante el tiempo de escolarización confluencias de padres e hijos que fortalezcan los lazos familiares. Ese fue mi fin último cuando envié a la chica y su madre al distrito de la costa de Jersey para encontrarse con el jefe de policía.
Tengo muchas ideas para formular un curriculum familiar y estoy seguro que muchos de ustedes también las tienen.
Nuestro mayor problema en conseguir que una vez popularizada esta forma de pensar pueda el sistema educativo ser reformado ya que tenemos unos intereses creados que se apropian de antemano de estas ideas para continuar con la escuela como está, a pesar de la utilización de una retórica aparentemente contraria.
Tenemos que exigir que nuevas voces y nuevas ideas sean escuchadas, mis ideas y las vuestras. Ya hemos tenido un amplio repertorio de voces muy autorizadas y con eco en medios escritos y televisión; una década de debate para todos es lo que se necesita ahora, no más opiniones de “expertos”.
Los expertos en educación nunca han tenido razón, sus “soluciones” son costosas, auto-complacientes, y siempre requieren mayor centralización. Ya hemos visto los resultados.
Es hora de volver a la democracia, al individualismo a la individualidad y a la familia.
Ya dije lo que quería decir. Gracias.
Texto enviado por Alta Educación
Sitio oficial: John Taylor Gatto
Más información: Wikipedia
En El Blog Alternativo: Educación
En El Blog Alternativo: Paz y crianza: ¿dónde nace la violencia social?
En El Blog Alternativo: La familia contra el Club Bilberberg


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